La independencia del Banco Central
Ludovico Silva
Se dice que el Banco Central es independiente cuando dicha institución tiene libertad de acción para definir la política monetaria, y la toma de decisiones por parte del presidente y el directorio está protegida o “aislada” de presiones de origen político, particularmente de parte del gobierno. Es natural asumir, aunque casi nunca se menciona, y no es la acepción común del concepto, que la independencia también debería darse frente a las presiones originadas en el sector privado, ya sea financiero o no financiero.
En el terreno de la discusión pública acerca de esquemas institucionales alternativos para la política económica, si bien no necesariamente en el campo académico, la independencia del Banco Central ha sido pregonada por la corriente neoconservadora que alcanzó su apogeo en las décadas del ochenta y noventa. El debate acerca de sus ventajas y desventajas puede inscribirse dentro de la discusión (más amplia) sobre la conveniencia de establecer reglas en la política económica frente a la alternativa de adoptar una postura más flexible o “discrecional”.
La posición ideológica a favor de la independencia del banco central se benefició con el respaldo de trabajos académicos que mostraron que existiría una correlación negativa entre el grado de independencia y la tasa de inflación o, para plantearlo en términos más amplios (aunque con menor respaldo empírico) que el desempeño económico general de un país es mejor cuanto más “blindado” está el banco central frente a la ingerencia política.
La influencia de esta concepción, muy popular en los mercados financieros y en general en la comunidad empresarial, y respaldada por los organismos internacionales de crédito, ha sido lo suficientemente fuerte como para impulsar una oleada de reformas de las cartas orgánicas de numerosos bancos centrales en todo el mundo, proceso que se ha verificado desde principios de la década del noventa hasta la actualidad. La consecuencia es que el grado de independencia de los bancos centrales, tanto legal como efectiva es hoy mucho mayor que la que existía hace veinte años.
Ludovico Silva
Se dice que el Banco Central es independiente cuando dicha institución tiene libertad de acción para definir la política monetaria, y la toma de decisiones por parte del presidente y el directorio está protegida o “aislada” de presiones de origen político, particularmente de parte del gobierno. Es natural asumir, aunque casi nunca se menciona, y no es la acepción común del concepto, que la independencia también debería darse frente a las presiones originadas en el sector privado, ya sea financiero o no financiero.
En el terreno de la discusión pública acerca de esquemas institucionales alternativos para la política económica, si bien no necesariamente en el campo académico, la independencia del Banco Central ha sido pregonada por la corriente neoconservadora que alcanzó su apogeo en las décadas del ochenta y noventa. El debate acerca de sus ventajas y desventajas puede inscribirse dentro de la discusión (más amplia) sobre la conveniencia de establecer reglas en la política económica frente a la alternativa de adoptar una postura más flexible o “discrecional”.
La posición ideológica a favor de la independencia del banco central se benefició con el respaldo de trabajos académicos que mostraron que existiría una correlación negativa entre el grado de independencia y la tasa de inflación o, para plantearlo en términos más amplios (aunque con menor respaldo empírico) que el desempeño económico general de un país es mejor cuanto más “blindado” está el banco central frente a la ingerencia política.
La influencia de esta concepción, muy popular en los mercados financieros y en general en la comunidad empresarial, y respaldada por los organismos internacionales de crédito, ha sido lo suficientemente fuerte como para impulsar una oleada de reformas de las cartas orgánicas de numerosos bancos centrales en todo el mundo, proceso que se ha verificado desde principios de la década del noventa hasta la actualidad. La consecuencia es que el grado de independencia de los bancos centrales, tanto legal como efectiva es hoy mucho mayor que la que existía hace veinte años.
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